En defensa de los estudios de Humanidades

Stella García, profesora del Departamento de Ciencias Sociales, comparte una reflexión en relación a nuestro principio pedagógico "Educación para fomentar el pensamiento humanístico y la reflexión ética ante los retos presentes y futuros".

Este año se celebra el 60 aniversario de la crisis de los misiles cubanos, y desde 1962 hasta hoy la amenaza de guerra nuclear no había sido tan plausible. Con las últimas noticias de la invasión rusa de Ucrania, el fantasma nuclear que nos amenaza como especie vuelve a perseguirnos. No solo en un sentido biológico, sino también cultural: poco quedaría de nuestra civilización. Desaparecerían esos palacios rusos en los que podemos recrear Guerra y Paz, de Leov Tolstoi; esas calles de París en las que el flâneur Baudelaire, tomaba notas para Las flores del mal; ese Museo Vaticano lleno de obras que parecen demostrar la existencia de Dios; y estos castillos de la Península que nos hablan de tiempos pretéritos y rurales en los que los hombres y mujeres que creían en distintos dioses se protegían unos de otros con técnicas muy parecidas.

La Humanidad podría ser erradicada de la faz de la tierra a consecuencia de sus propios actos. Cada vez que el pensamiento de un dirigente mundial dando la orden de un ataque nuclear masivo atraviesa mi mente, atisbo un rayo de esperanza: que tenga suficiente formación humanística como para detenerse y, si no la tiene el dirigente, que la tenga el soldado que reciba la orden o el informático que tenga que ejecutarla. Solo una verdadera formación humanística podría salvarnos. Solo alguien con el suficiente amor a su medio físico sabría que está a punto de cambiarlo tanto que la climatología, la hidrografía, la vegetación y los paisajes ya no serían nunca los mismos. Su conocimiento y amor a la Geografía física nos habría salvado. Solo un mandatario que haya educado su percepción estética sabría que su acción supondría la desaparición de todas las obras del Louvre, de L´Hermitage, de la Capilla Sixtina, del Machu Pichu, la catedral/mezquita de Córdoba, entre otras muchas. Su conocimiento y amor al Arte nos habría salvado. Solo un soldado que haya leído a Víctor Hugo, Dostoievski, Cervantes, Shakespeare podrá cuestionarse si ser o no ser es la cuestión que le ocupa. Solo un informático que se planteara si debe acatar la orden sin rechistar o seguir el imperativo categórico kantiano podría decidir en el último momento mandarle un gif gamberro al que le ha dado la orden y no ejecutarla. Solo las personas que dominan la historia y la aman como buena madre del conocimiento de los lazos de la Humanidad pueden asir el momento y decir: por ahí no paso, aunque me cueste la vida.

En muchas ocasiones, familias y estudiantes se preguntan (nos preguntamos) para qué esas horas dedicadas a la Historia, a la Filosofía, a la Ética, a la Literatura, a la Lengua, al Arte, a la Plástica, a actividades transversales que no se concretan en un conocimiento práctico. Podríamos contestar con una larga perorata acerca de la formación del espíritu crítico y su relación con el cultivo de estas materias o simplemente recordar que preferimos al mandatario, al soldado y al informático que eligen la belleza.

Stella García.


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